La Ogdóada de Hermópolis: los ocho dioses del caos y el huevo cósmico

Descubre el mito egipcio de la Ogdóada de Hermópolis: ocho dioses primordiales que encarnan el caos y hacen brotar el huevo o loto del que nace el Sol en la mitología egipcia.

MITOLOGÍA, LEYENDAS Y RELIGIONES

9/12/20254 min read

huevo cosmico egipto
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La Ogdóada de Hermópolis

Antes en la historia

La cosmogonía había comenzado con el Océano Primordial Nun y el Montículo Benben, donde el primer suelo surgió del caos acuático.

Introducción: la ciudad del ocho

En el corazón del Antiguo Egipto, a orillas del Nilo, se alzaba Hermópolis Magna —llamada en egipcio Jmnw, “la ciudad del ocho”. Este nombre no era casual: allí nació una de las cosmogonías más enigmáticas, la de la Ogdóada, un conjunto de ocho deidades primordiales que representaban los aspectos fundamentales del caos previo a la creación.

A diferencia de Heliópolis, donde el mito se centraba en la figura de un creador que surge del montículo Benben, en Hermópolis la visión era más abstracta y filosófica. Aquí, el origen del cosmos no dependía de un dios único, sino de la interacción de estas fuerzas primordiales que, unidas, hicieron posible el nacimiento del Sol.

La Ogdóada: los ocho dioses primordiales

La Ogdóada estaba formada por cuatro parejas divinas, cada una masculina y femenina, representando la dualidad esencial del universo.

  • Nun y Naunet: el agua primordial, el océano eterno en el que todo dormía.

  • Heh y Hauhet: la infinitud, el tiempo sin límite y el espacio ilimitado.

  • Kuk y Kauket: la oscuridad, lo que precede a la primera luz.

  • Amun y Amaunet: lo oculto, lo invisible, aquello que permanece más allá de la percepción.

Cada pareja encarnaba una faceta del caos, pero no como un estado destructivo, sino como la materia prima de la creación. El número ocho simbolizaba la totalidad de lo potencial, el equilibrio perfecto entre lo masculino y lo femenino, lo visible y lo invisible.

El caos como potencial creativo

En el pensamiento egipcio, el caos no era un enemigo del cosmos, sino su condición previa. La Ogdóada representaba ese estado de inmensidad, silencio y oscuridad, donde no había nada definido, pero todo estaba por venir.

Los ocho dioses eran, al mismo tiempo, el vacío y la promesa de plenitud. Solo cuando sus fuerzas se entrelazaron surgió el impulso creador que permitiría que el Sol naciera y que el mundo se organizara bajo la maat, el orden cósmico.

El huevo cósmico y el loto primordial

De este mar de divinidades emergió la primera forma de vida. Según la tradición hermopolitana, hay dos versiones del mito:

  1. El huevo cósmico: flotando en las aguas del Nun, un huevo sagrado contenía en su interior la chispa de la creación. Cuando se abrió, liberó al dios solar.

  2. El loto azul: en otra variante, un loto primordial surgió de las aguas y, al florecer, reveló en su interior al Sol naciente.

Ambas versiones coinciden en lo esencial: la luz del Sol irrumpe en medio de la oscuridad, inaugurando el cosmos y el tiempo.

El Sol nace del huevo/loto

Cuando el huevo se abrió o el loto se desplegó, emergió el dios solar, identificado como Ra o, en algunas tradiciones, como Atum. Su aparición fue el primer amanecer, un acto cósmico que puso fin a la noche eterna del Nun.

El Sol, al nacer, estableció la separación entre la oscuridad y la luz, entre lo informe y lo ordenado. Con ello comenzó el ciclo de los días y de las estaciones, y el universo quedó bajo el principio de renovación constante.

Símbolos en el culto y el arte egipcio

El huevo cósmico y el loto azul se convirtieron en símbolos recurrentes de regeneración y vida. El loto, en particular, aparece en innumerables representaciones artísticas: en relieves, amuletos y escenas funerarias.

En los templos, el loto simbolizaba la resurrección del Sol cada mañana, y en los rituales funerarios aseguraba el renacer del difunto en el Más Allá. El huevo, por su parte, era una metáfora universal de la vida latente, contenida y lista para desplegarse.

Los faraones se asociaban con estas imágenes para reforzar su conexión con el orden cósmico: así como el Sol surgía del loto o el huevo cada día, el monarca renacía en su poder con cada ciclo.

Interpretación y legado

La cosmogonía hermopolitana ofrece una visión más filosófica que la heliopolitana. En lugar de centrarse en un único dios creador, pone el acento en la combinación de fuerzas invisibles que precedieron al universo.

La Ogdóada encarna el misterio de lo que no se puede ver ni medir, pero que sostiene la existencia: la infinitud, la oscuridad, lo oculto y las aguas eternas. Es un recordatorio de que la creación no surge de la nada, sino de un estado previo de plenitud latente.

Este mito influyó en la teología posterior, e incluso en corrientes helenísticas, donde el huevo cósmico se convirtió en un símbolo universal del nacimiento del cosmos.

A continuación

La narración prosigue con la Enéada de Heliópolis, donde Atum y sus descendientes configuran el panteón solar.

Para aquellos interesados en profundizar en este tema, pueden consultar nuestro chat de Inteligencia Artificial entrenado, además de algunas otras recomendaciones de lectura y recursos adicionales:

  1. Libro: La mitología egipcia de George Hart (Alianza Editorial).

  2. Libro: Mitos de Egipto de Geraldine Pinch. Disponible en Amazon España.

  3. Artículo web: World History Encyclopedia – Ogdoad of Hermopolis

  4. Artículo web: Ancient Egypt Online – Hermopolis and the Ogdoad

  5. Documental: Egypt’s Golden Empire (PBS, 2001).

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