La batalla de Galípoli, Italia y la montaña

La batalla de Galípoli, con Italia abrieron nuevos frentes en 1915: una campaña fallida y una guerra alpina brutal que marcó el rumbo de la Gran Guerra..

HISTORIA

5/1/20254 min read

La batalla de Galípoli
La batalla de Galípoli

Gallípoli, Italia y la montaña como campo de batalla

El frente se expande, la guerra se complica

Tras los reveses rusos en el este y la estabilización del frente occidental en las trincheras, el conflicto parecía haber llegado a un punto muerto. Como vimos en el artículo anterior, la derrota rusa en Tannenberg, la entrada del Imperio Otomano y los vaivenes en los Balcanes demostraron que la guerra se extendía sin una resolución clara. En 1915, las potencias aliadas buscaron abrir nuevos frentes que rompieran ese equilibrio mortal. La campaña de Gallípoli y la entrada de Italia marcaron dos apuestas arriesgadas que, lejos de acelerar el final del conflicto, lo hicieron aún más cruel y complejo.

Gallípoli: una apuesta audaz, un desastre anunciado

La campaña de Gallípoli nació de una idea simple y tentadora: romper el cerco continental germano-otomano mediante un ataque por mar. Si los Aliados lograban controlar los estrechos de los Dardanelos, abrirían una vía hacia el Mar Negro y podrían abastecer a su aliado más débil, Rusia, al tiempo que sacaban de juego al Imperio Otomano. Winston Churchill, entonces Primer Lord del Almirantazgo, fue uno de sus principales promotores.

Pero la ejecución distó mucho de la teoría. El bombardeo naval inicial, en marzo de 1915, fracasó frente a las minas y la artillería otomana. Le siguió una serie de desembarcos anfibios en la península de Gallípoli que, desde el principio, estuvieron marcados por la desorganización, la falta de inteligencia y el subestimar al enemigo. El 25 de abril, tropas británicas, francesas, y en especial las fuerzas ANZAC (australianas y neozelandesas), se lanzaron a las playas defendidas con fiereza por soldados otomanos liderados por oficiales como Mustafa Kemal, el futuro Atatürk.

Durante meses, los combatientes lucharon por metros de terreno en condiciones infernales, bajo un sol implacable y sin agua potable. Las enfermedades hicieron más estragos que las balas. Lo que debía ser una ofensiva relámpago se convirtió en un estancamiento más, esta vez con vistas al mar. En enero de 1916, tras más de ocho meses de lucha, los Aliados evacuaron Gallípoli sin haber logrado ninguno de sus objetivos. El coste: más de 250.000 bajas en ambos bandos.

La campaña supuso un golpe devastador para la reputación de Churchill, que dimitió poco después. Pero también tuvo consecuencias simbólicas duraderas: en Australia y Nueva Zelanda, Gallípoli se convirtió en el mito fundacional de una identidad nacional forjada en la adversidad.

Italia entra en guerra: promesas, traiciones y montañas sangrientas

Mientras se hundía la operación en Gallípoli, un nuevo actor entraba en escena. Italia, aliada hasta entonces de Alemania y Austria-Hungría dentro de la Triple Alianza, había negociado en secreto con los Aliados el Pacto de Londres. A cambio de su entrada en guerra contra los imperios centrales, se le prometieron extensos territorios: el Tirol del Sur, el Trentino, Istria, parte de Dalmacia e incluso posesiones en Anatolia.

El 23 de mayo de 1915, Italia declaraba la guerra al Imperio Austrohúngaro. Pero lo que esperaba ser una rápida expansión territorial se convirtió en una lucha encarnizada en uno de los terrenos más hostiles del continente: los Alpes. El frente italo-austríaco, que se extendía desde el Alto Adigio hasta el río Isonzo, obligó a ambos ejércitos a combatir en alturas de más de 2.000 metros, en condiciones climáticas extremas y con una logística casi imposible.

El comandante italiano, Luigi Cadorna, ordenó una serie de ofensivas frontales a lo largo del Isonzo, que terminaron en carnicerías sin apenas ganancias. En apenas dos años se libraron once batallas en esa zona. Cada avance se pagaba con miles de muertos, mientras los austrohúngaros resistían desde posiciones fortificadas con el terreno a su favor.

Montañas que matan: la geografía como enemigo

Pocos frentes mostraron tan claramente cómo el paisaje puede dictar el tipo de guerra que se libra. En los Alpes, los enemigos no solo se disparaban entre sí, sino que luchaban contra el frío, los aludes, los deslizamientos y la altitud. Las tropas cavaban trincheras en la roca, se desplazaban por túneles excavados a dinamita y transportaban suministros mediante teleféricos rudimentarios colgados sobre abismos.

Los soldados se convertían, por fuerza, en alpinistas improvisados. Las posiciones se ganaban a golpe de crampones y picos. Las avalanchas causaban más muertos que las balas. El invierno, implacable, convirtió a la nieve en un enemigo invisible pero letal. Aquel frente no era solo difícil: era inhumano.

Sin embargo, el esfuerzo fue constante y brutal. Italia, que pretendía obtener gloria nacional y territorios, se encontró con un frente sangriento y empantanado, mientras Austria-Hungría veía cómo otro frente más debilitaba su ya frágil estructura imperial.

De Gallípoli a Verdún, el conflicto se encona

La expansión del conflicto en 1915 no trajo la victoria esperada para ninguno de los bandos. Gallípoli fue un fracaso con consecuencias estratégicas, humanas y políticas profundas. El frente alpino se transformó en otro callejón sin salida, donde el sufrimiento solo servía para desgastar aún más a unos ejércitos exhaustos.

Y mientras los generales se obsesionaban con romper el equilibrio en Europa, el conflicto se extendía también más allá de sus fronteras. En el próximo artículo exploraremos cómo esta guerra, nacida en Sarajevo, se volvió realmente global: África, Asia y Oceanía se convirtieron en escenarios activos del conflicto, y miles de soldados coloniales —muchos de ellos olvidados por la historia— fueron lanzados a un enfrentamiento que no era suyo.

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