Guerra submarina, Lusitania y entrada de EEUU en la guerra
El hundimiento del Lusitania y la guerra submarina sin restricciones llevaron a EEUU a entrar en la Gran Guerra, cambiando el rumbo del conflicto mundial...
HISTORIA
6/12/20254 min read


Guerra submarina, Lusitania y la entrada de EE. UU.
De un conflicto europeo a una guerra mundial de verdad
En el artículo anterior vimos cómo Oriente Medio fue escenario de promesas rotas, alianzas efímeras y un nuevo mapa dibujado a espaldas de sus protagonistas. Pero al mismo tiempo, al otro lado del Atlántico, otro proceso se gestaba. Uno silencioso, subacuático, que acabaría por arrastrar a Estados Unidos a la guerra, inclinando definitivamente la balanza a favor de los Aliados.
La Gran Guerra dejó de ser puramente europea cuando los submarinos alemanes decidieron atacar todo lo que flotara. Cuando el RMS Lusitania se hundió, la opinión pública estadounidense cambió. Y cuando se reveló el telegrama Zimmermann, ya no hubo vuelta atrás. El gigante americano despertó, y con él, el destino de la guerra cambió para siempre.
La guerra submarina: la nueva amenaza bajo las olas
El bloqueo naval británico había estrangulado a Alemania desde el inicio de la guerra. Londres controlaba los mares, impedía la llegada de alimentos y materias primas, y asfixiaba económicamente al Imperio Alemán. La respuesta de Berlín fue innovadora y brutal: la guerra submarina.
Los U-Boote (submarinos alemanes) patrullaban el Atlántico y el mar del Norte. Su eficacia radicaba en lo inesperado: atacaban sin previo aviso. Al principio, sus objetivos eran cargueros y barcos de abastecimiento. Pero pronto empezaron a hundir barcos civiles y comerciales, incluso si llevaban pasajeros.
En 1915, Alemania anunció la llamada “guerra submarina sin restricciones”. Todos los barcos que se acercaran a aguas controladas por los Aliados eran objetivos legítimos. Era una medida desesperada, pero también peligrosa: muchos de esos barcos pertenecían a países neutrales. Entre ellos, Estados Unidos.
El hundimiento del Lusitania: tragedia y propaganda
El 7 de mayo de 1915, el submarino alemán U-20 torpedeó al RMS Lusitania, un lujoso transatlántico británico que viajaba de Nueva York a Liverpool. En apenas 18 minutos, el barco se hundió frente a la costa de Irlanda. Murieron 1.198 personas, entre ellas 128 ciudadanos estadounidenses.
El escándalo fue inmediato. Alemania argumentó que el Lusitania transportaba armamento (algo que más tarde se confirmó). Pero la opinión pública internacional se centró en las víctimas civiles, especialmente las estadounidenses.
El hundimiento fue un golpe de propaganda devastador. Los periódicos norteamericanos hablaban de barbarie, de mujeres y niños asesinados, de una amenaza directa a la neutralidad. Las caricaturas mostraban a los alemanes como monstruos submarinos.
Ante la presión, Alemania suspendió temporalmente su campaña de ataques indiscriminados. Pero el daño ya estaba hecho.
Telegrama Zimmermann y el último empujón
A principios de 1917, la situación para Alemania era crítica. Decidió reanudar la guerra submarina sin restricciones, esperando forzar la rendición británica antes de que Estados Unidos pudiera reaccionar.
Paralelamente, el ministro de Exteriores alemán, Arthur Zimmermann, envió un telegrama cifrado a México: si EE. UU. entraba en guerra, Alemania proponía una alianza con México, prometiéndole recuperar los territorios perdidos en Texas, Arizona y Nuevo México.
El telegrama fue interceptado por los británicos, descifrado y enviado al presidente Wilson. Su publicación en la prensa estadounidense desató la indignación nacional. La amenaza ya no era solo moral: era territorial. Alemania intentaba abrir un frente en suelo americano.
Ese fue el último impulso necesario.
La entrada en guerra: Estados Unidos toma partido
El 2 de abril de 1917, el presidente Woodrow Wilson compareció ante el Congreso. Cuatro días después, Estados Unidos declaraba oficialmente la guerra a Alemania.
Wilson construyó su discurso en torno a ideales: “hacer el mundo seguro para la democracia”, defender la libertad de los mares, restaurar la justicia internacional. Pero, más allá de las palabras, la entrada de EE. UU. respondió también a motivos económicos (protección de sus inversiones), políticos (liderazgo global emergente) y estratégicos (defensa de sus rutas comerciales).
Al principio, la llegada de tropas fue lenta. Pero el impacto psicológico fue inmediato. Los Aliados supieron que, aunque el final no era inminente, la victoria era cuestión de tiempo.
El gigante despierta
La entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial supuso un cambio radical. No solo por el peso militar que llegaría en 1918, sino por lo que representaba: una superpotencia tomando partido.
A partir de entonces, la guerra dejó de ser una disputa europea con ecos globales. Se convirtió en una guerra mundial en el sentido más literal.
Y mientras el mundo miraba hacia los nuevos aliados, otro imperio se desmoronaba desde dentro. En el próximo artículo asistiremos al colapso de Rusia, la revolución bolchevique y el Tratado de Brest-Litovsk: cuando una guerra dio paso a otra muy distinta.
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